Perfecto Herrera









miércoles, 25 de marzo de 2015





Amanece el recuerdo que de ti va imponiendo

la mañana reciente y el insomnio cercano.

El sonido imperante clamor es de esos vientos

-de tus ojos, tus labios, de tu risa, tus manos-



que se tornan dolores al menor centelleo

y en las nieves heladas del olvido llevamos,

con las carnes heridas, transparentes del tiempo,

que nos cambia por siempre para ser el pasado.



Con doler hasta duele el mismísimo aliento,

y esos labios de ayer, donde inclínase en vano

la existencia en que estamos, trae al fin dulce verso

del antiguo, sereno - y aún doliente- canto.


Amanece el recuerdo, pero ya se apacigua

el dolor: queda sólo malquerencia, luz, día.

















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