THE SONNETS William
Shakespeare
THE SONNETS EN
HEXÁMETROS CASTELLANOS
Comentario de Perfecto
Herrera Ramos, sobre el libro “Sonetos de Shakespeare en hexámetros (1ª parte)”,
del poeta Antonio García Vargas.
Aunque siempre ha sido más
conocido como dramaturgo, Shakespeare fue también un extraordinario poeta;
incluso parece ser que él mismo se valoraba más como lírico que como autor
dramático. Aunque escribió poemas extensos como Venus y Adonis o La violación
de Lucrecia, se le recuerda como un magnífico compositor de sonetos líricos.
Parece ser, según diversas
lecturas tomadas de aquí y allá, que la primera mención de sus sonetos se halla
en el Palladis Tamia (Wit's Treasury) (Londres, 1598) del bachiller en Artes
por Cambridge Francis Meres, quien alaba a Shakespeare por sus "sonetos de
azúcar"; esta mención demuestra que circulaban copias manuscritas de los mismos
entre sus amigos íntimos por esas fechas:
«Como el alma de Euforbio se
consideraba viviendo en Pitágoras, así el alma ingeniosa y dulce de Ovidio vive
en la lengua meliflua y suave de Shakespeare. Testigos, su Venus y Adonis, su
Lucrecia, sus Sonetos de azúcar, conocidos de sus amigos íntimos. Y así como se
estima a Plauto y Séneca cual los mejores para la comedia y la tragedia entre
los latinos, así Shakespeare entre los ingleses es el más excelente en ambos
géneros escénicos. Para la comedia son testigos Los dos hidalgos de Verona, sus
Equivocaciones, sus Trabajos de amor perdidos, sus Trabajos de amor ganados, su
Sueño de una noche de verano y su Mercader de Venecia. Para la tragedia, sus
Ricardo II, Ricardo III, Enrique IV, El rey Juan, Tito Andrónico y Romeo y
Julieta. Y como Epio Stolo decía que las Musas hablarían en la lengua de Plauto
si quisieran hablar latín, así digo yo que las musas hablarían en la bellísima
frase de Shakespeare si hubiesen de hablar inglés».
Rozando el 1600, algunos de sus
sonetos, el 138 y el 144, salieron de molde en una colección de poesías llamada
El peregrino apasionado, miscelánea poética que le atribuyeron en su totalidad
falsamente. Fue en 1609 cuando apareció una misteriosa edición completa,
probablemente sin su permiso, que editó Thomas Thorpe. Iba dedicada a un tal
señor W. H. y estaba escrita en lo que hoy conocemos como Soneto Inglés o
Isabelino. Consistían en tres serventesios rematados por un pareado, con rima ABAB
CDCD EFEF GG que ya utilizaban algunos poetas ingleses en sus composiciones
aunque apenas eran conocidas.
Los poetas ingleses se instalaron
en una nueva modalidad de soneto renovada y original y el propio Shakespeare
era irónicamente consciente de ello: «¿Por qué mis versos se hallan tan
desprovistos de formas nuevas, tan rebeldes a toda variación o vivo cambio?
¿Por qué con la época no me siento inclinado a métodos recientemente
descubiertos y a extraños atavíos? ¿Por qué escribo siempre de una sola cosa,
en todo instante igual, y envuelvo mis invenciones en una vestidura conocida,
bien que cada palabra casi pregona mi nombre, revela su nacimiento e indica su
procedencia? ¡Oh, sabedlo, dulce amor, es que escribo siempre de vuestra
persona y que vos y el amor sois mi eterno tema; así, todo mi talento consiste
en revestir lo nuevo con palabras viejas y volver a emplear lo que ya he
empleado. Pues lo mismo que el sol es todas los días nuevo y viejo, así mi amor
repite siempre lo que ya estaba dicho».
Los sonetos, a juicio de los
entendidos, casi pueden dividirse en dos series: una dirigida a un misterioso
joven y los restantes a una enigmática mujer morena, casada al parecer,
instruida y de alta alcurnia, que sabía tocar la espineta o clavecín. También
aparece ocasionalmente en el trío formado por Shakespeare, el misterioso joven
y la dama morena, otro personaje, al parecer un poeta rival, que complica si
cabe aún más la extraña relación. El tema es fundamentalmente el Amor y también
el Tiempo en su fugacidad. Cada soneto contiene también un movimiento dramático
constante que se aprecia en su lectura mediante una especie de mensajes
morales, espirituales y filosóficos en los que nos muestra la escasa duración
de la vida humana y la necesidad de aprovecharla al máximo. Los primeros 17
sonetos se dirigen a un joven, urgiéndole a casarse y a tener hijos para que
transmita su belleza a la siguiente generación. Este grupo de poemas se conoce
con el nombre de Procreation Sonnets (Sonetos de la Procreación). Los sonetos
del 18 al 126 se dirigen también a un joven, pero expresando el amor que La Voz
Lírica siente por él. Los comprendidos entre el 127 y el 152 están escritos por
La Voz Lírica a la amante, expresando el amor que siente por ella. Abordan
temas como la infidelidad, la resolución para contener la lujuria, etc. Los dos
últimos sonetos, el 153 y el 154, son alegóricos.
Los sonetos están escritos en
pentámetros yámbicos (tipo de verso usado también en sus obras dramáticas) pero
hay tres excepciones: los sonetos 99, 126 y 145. El número 99 tiene 15 versos.
El 126 consiste en seis pareados y dos versos blancos escritos en letras
itálicas. Y por su parte, el 145 está compuesto en tetrámetros yámbicos, y no
en pentámetros. Con frecuencia, el comienzo del tercer cuarteto señala la
vuelta o verso en el que el tono del poema cambia, y el poeta expresa una
revelación o epifanía.
Con el tiempo, una especie de
misteriosa aureola ha ido rodeando a los protagonistas. Así, cada uno de los
personajes recibe sobrenombres tales como: Fair Youth; el Rival Poet y la Dark
Lady. Se desconoce si los poemas y sus personajes son mera ficción o
autobiográficos. Ello ha dado lugar a encendidos debates en los que no entro.
Los sonetos de Shakespeare son,
dicen, más sexuales y prosaicos que otras colecciones de sonetos
contemporáneos. Hay quien interpreta que son una especie de pastiche o parodia
de la tradición de sonetos amorosos petrarquistas que dominó parte de la poesía
europea durante tres siglos. Lo que Shakespeare hace es convertir a la «madonna
angelicata» en una joven o a la hermosa dama en una dama oscura. Shakespeare
viola también algunas reglas sonetísticas que habían sido seguidas por otros
poetas pues habla de extraños males humanos que nada tienen que ver con el amor
(soneto 66), comenta asuntos políticos (soneto 124), hace chistes sobre el amor
(soneto 128), parodia la belleza (soneto 130), juega con los papeles sexuales
(soneto 20), habla abiertamente sobre el sexo (soneto 129) e incluso introduce
ingeniosos matices pornográficos (soneto 151).
Además de situarse al final de la
tradición petrarquista, los sonetos de Shakespeare pueden considerarse como prototipo,
o incluso como el comienzo de un nuevo tipo de moderna poesía amorosa. Tras ser
«descubierto» durante el siglo XVIII, los Sonetos crecieron en importancia
durante el siglo XIX y su influencia se demuestra en la innumerable serie de
traducciones que se han hecho de ellos. No hay lengua importante en la que no
se hayan traducido. Y existen traducciones de todas clases, metros y colores,
unas buenas y otras mejores; todas extraordinarias por el esfuerzo que
conllevan. No es nada fácil traducir al genio.
En el caso de Antonio García Vargas, el mismo
me manifestaba que “nunca me consideré preparado psicológicamente para
trasladar sus sonetos del original al castellano. Más que nada porque no le
veía mucho sentido, la verdad, pues hay trabajos muy bien hechos; la mayoría, y
no me sentía capaz de aportar nada nuevo dado que mi dominio del inglés es
insuficiente. Un día, mientras paseaba los ojos sobre los sonetos originales,
capté en toda su dimensión la dificultad real de pasar esos pentámetros
yámbicos, escritos en tan excelso y condensado inglés afilado y cortante cual
navaja barbera, a endecasílabos castellanos; ni siquiera a alejandrinos pues,
¡no caben!. Su contenido está comprimido de tal modo que se desborda cual lata
de gaseosa que se abre. Y fue entonces cuando me dije: ¿Por qué no los
trasladas a hexámetros dactílicos? ¿Por qué no pasas sus cinco yambos de dos
sílabas a cinco dáctilos de tres sílabas, más su correspondiente troqueo final?
Y sentí cómo se abría todo un abanico de posibilidades. Tras comprobar que
nadie lo había hecho hasta la fecha (está traducido, trasladado o versionado,
en modelos métricos que giran en torno al endecasílabo y el alejandrino pero no
en hexámetros; ni siquiera latinos que yo sepa) me puse manos a la obra hasta
decidir que lo más idóneo para albergar tal maravilla sería el hermosísimo y
patrio hexámetro castellano, con su amplio salón de 17 sílabas por verso y su
música interior de seis ritmos”. Palabras que encierran un esfuerzo improvo.
La edición de esta obra muestra
los 77 primeros sonetos en hexámetros junto a su correspondiente del original
en inglés. El autor ha preferido dividir la obra en dos partes y publicar
primero una y en su momento la otra, debido sobre todo a la densidad del
contenido y tratando de no cansar a los probables lectores.
Evidentemente, el autor ha tenido
que consultar traducciones anteriores. Y así, el mismo nos dice que “Debo
agradecer con toda el alma a los diversos autores de tantas y tantas
maravillosas traducciones, estudios, ensayos y versiones líricas consultadas
para llevar a puerto mi trabajo, pues sin ellos hubiese sido de todo punto
imposible. Unos me han proporcionado palabras; otros ideas; los más
conocimiento y una sensación de reconocimiento interno a su coraje, sapiencia y
fuerza de voluntad para acometer tamaña obra. Todos, desde los que han
traducido o versionado apenas media docena de sonetos, hasta los que han
realizado la traducción de todos los sonetos de Shakespeare, en mayor o menor
medida, pero todos sin excepción, me han acompañado permanentemente. Ellos han
sido el invisible equipo que ha logrado alzarme en esas ocasiones en que el
desánimo se apoderó de mí haciendo tambalear mi fe en llegar a la meta
impuesta. Por citar sólo a algunos, sin entrar en autores de versiones para
otras lenguas, recuerdo a: Luis Astrana Marín; Agustín García Calvo; Pablo Mañe
Garzón; Atilio Pentimalli; Carlos Pujol; Gustavo Falaquera; Manuel Mújica
Láinez; José María Álvarez; Antonio Rivero Taravillo; Carmen Pérez Romero;
Matías de Velasco y Rojas; Ramón García González; Fernando Maristany, entre
otros”.
Y como no, en cualquier labor de
traducción o traslación de un texto poético de una lengua a otra, el poeta
traductor ha de permitirse determinadas licencia. Así, Antonio García Vargas,
me manifestaba que “debía pedir perdón por las muchas licencias que me he
tomado en la transcripción ya que a veces he poetizado en exceso saliéndome del
texto original y dejando volar la imaginación más de la cuenta. Debo reconocer
que he disfrutado quitando o poniendo aquí y allá, cambiando el decorado,
incluso el sentido de las palabras, sobre todo cuando un determinado pasaje se
repetía en exceso. Esto se aprecia sobre todo en los primeros sonetos, cuando
aún no me había metido en la mente del genio, pero no he querido cambiarlo
posteriormente para no restarle «frescura». Después, poco a poco, me he ido
subordinando a su lúcida y traviesa personalidad hasta fundirme en su
magnetismo y sentirme inmerso en su gracia”.
Por el resultado, esta traslación
poética del genio inglés, y concretamente de sus sonetos, me parece de una
importancia encomiable por su dificultad, pero tremendamente fundamental para el
conocimiento de la lirica de William Shakespeare a los hispanoparlantes.
Siempre recordaré el descubrimiento de Rabindath Tagore, a raíz de la
traducción que de su poesía hizo Juan Ramón Jiménez.
Veamos uno de esos sonetos en
ambas lenguas:
Soneto 23
Como el actor que en escena…
Como el actor que en
escena no cumple con su cometido,
teme fallar y se
olvida al decir lo que impone el papel,
tal como él en su
furia, el colérico agota palabras y gestos
y el corazón se
resiente; el esfuerzo no logra su meta.
Yo que por falta de
fe me olvidé de decir lo que siento
sobre las formas
exactas de amor, de sus grados y ritos,
cargo con pena
profunda muy dentro de mí; desfallezco
bajo la eterna
punzada que daña mi exceso de amor.
Déjame entrar en tu
ser con mis libros, que sean mi elocuencia.
Que los terribles
heraldos que brotan del pecho parlante
hablen por mí y te
imploren que seas de mi amor recompensa,
más que la lengua y
que expresen mi amor desde dentro del alma.
Busca la forma de
leer los silencios que escriben mis ansias.
Oye en mis ojos los
signos; verás que es amor verdadero.
Sonnet 23
As an unperfect actor on the stage,
Who with his fear is put besides his part,
Or some fierce thing replete with too much
rage,
Whose strength's abundance weakens his own
heart;
So I for fear of trust, forget to say,
The perfect ceremony of love's rite,
And in mine own love's strenght seem to decay,
O'ercharg'd with burthen of mine own love's
might:
O let my books be then the eloquence,
And dumb presagers of my speaking breast,
Who plead for love, and look for recompense,
More than that tongue that more hath more
express'd.
O learn to read what silent love hath writ,
To hear with eyes belongs to love's fine wit.
Título:
Sonetos de Shakespeare en hexámetros (1ª parte)
Autor:
Antonio García Vargas Registro nº: 200999900453476 – AL-96-09
Editorial:
Bubok Publishing, S.L.
Impreso
en: Publicaciones Digitales, S.A. San Florencio, 2
41018
Sevilla,
Spain