De aquel tiempo
Volví a verte
tras los instantes consumidos,
tras los instantes consumidos,
entre alondras que, al vuelo,
fueron lluviosas tempestades,
a las miradas fieles de quienes te vivimos.
Volví a verte,
cuando yacía aún en silencio
y las estrellas perduraban
húmedas en mis manos
húmedas en mis manos
Te vi en los misterios circulares
de la noche imantada;
llegabas llena de remiendos invernales
y tu rostro lucía el dorado oro
llegabas llena de remiendos invernales
y tu rostro lucía el dorado oro
del plenilunio.
Me increpaste;
imposible no oír: tus palabras
planeaban sobre mí, sobre mi aliento
que te buscaba desde la pérdida
de aquellos días
de aquellos días
en que tu vida se clavaba a mi vida.
Quién no te acariciaría,
quién podría ausentarse del futuro,
quién dejaría de malherirse
con pensamientos halagüeños,
si, en retornando a contemplarte
en todo,
lo efímero
y lo indeleble,
no hallo sino sustancia de nosotros.