Cuando pase el tiempo
-¡ya verás!-
la tinta con que escribiste
palabras tan bellas,
desvaído su color
-más hacia el sepia
que el violeta-,
nos recordará quienes fuimos,
los anhelos que hubimos,
el tatuaje que se gravó en nuestro corazón
con aquella letra menuda,
apenas un tacto frió sobre la piel,
y no podremos resistirnos
para, disimuladamente,
observarnos en el espejo
y buscar la leve cicatriz blanquecina
de los recuerdos..
¡Tintura hermosa de otro tiempo
manchando nuestra memoria,
débil trazo indeleble a nuestros ojos
en el remite de aquella postal!.
¿Qué se hizo
de aquella estilográfica?.
Aquella pluma,
capuchón y plumín de oro,
mas que instrumento de escritura
fue terminación nerviosa
con que afloraban
nuestros pensamientos ocultos,
mas que útil de sangre mineral,
fue objeto legendario,
con cuyos ademanes y trazos,
dócil y elegante,
plasmó nuestra alegre aurora
o nuestro nocturno pesar.
¿Que se hizo de aquel tiempo
–nos preguntaremos-
empleado en tinta oscura,
donde cada letra dibujaba
una arteria abierta a pleno cielo
o a plena sangre azul del mar?