Inexistencia de luz
La noche me hiere,
me lacera en cada luz,
sea térrea o del cielo.
No importa que sea
la luz eléctrica
de una humilde heredad,
o la adivinada y rutilante
luz de la estrella lejanísima.
Más vengo en carne viva del día,
como el licántropo que se transforma
antes de que ascienda la luna.
Por ello,
¿cómo no sentir que el espíritu,
siendo diverso, es uno en la vida,
como día y noche lo son?
La noche es larga.
Como un túnel sin fondo.
La plateada nocturnidad
es toda blancura serena,
pero la injusta existencia
es más humana si antes te ha afectado a ti,
y fue el primer impulso de dolor
quién me hirió e hizo de la noche
lastimoso centelleo.
Y sin embargo, nada ha cambiado en la noche,
nada bajo el cielo.
Es más, el lento manto de la oscuridad
parece eternizar en derredor cada cosa.
Querría huir a través del aire,
el aire en el cual –ignorados y desamados-
vivimos cada hora devorando cada instante de vida,
ya sea hermosa o lacerante.
¡Pero qué lejos los años felices
para quien transita una playa solitaria!
Solo huye la sangre del herido
por un animal acorralado y ancestral.
He aquí mi habitación de un hotel de Turín,
envuelta en el ónice más oscuro,
mi cubil de animal indefenso,
de ciego en la luz de la esperanza
por hacer arder la última rémora que me ata.
Me encierro, callado y triste,
como ajusticiado, solo cuerpo o nombre.
¡Y con cuán mansedumbre,
la ausencia de toda luz
cae como aceite sanador!
Yo sé que estas heridas,
con sus pálpitos, me traen al Dios olvidado.
Me sé, como hoy soy
y como fui bajo Su Mirada.
Pero también en la herida del hombre inocente
hay luz escondida
que ha de repeler
el hielo conocido, las indiferencias,
el impulso del que rechaza vivir sin verdaderos afectos.
Y arreciando en sus convicciones
da rechazo al duro desprecio
de no haber sido elegido
por aquéllos a quienes más se quiso.
Si ello es orgullo pague por toda la eternidad.
Con dolorosas experiencias abona
el estipendio no debido.
¡ Oh, noche
que inundas con clara oscuridad
mi pobre casa, y sanas mi corazón
con esa completa inexistencia de luz
en la conciencia!
Ya no está vivo el hombre
que durante cincuenta años
ha vivido en pasiones sofocadas
porque éstas eran extrañas
al mundo standard, corrosivas
a la norma estatuida
por su triste y jovial acto de ser.
Porqué hacerme odiar,
yo que amo hasta el mal que hay en mí,
la irrefrenable pasión de vivir
frente al espacio prohibido.
Agazapados en las sombras sin dejar de entrever la luz tenue de una vieja y destartalada esperanza siempre...
ResponderEliminarQuien no se ha perdido en esas noches!!
Besos, Perfecto.
Es precioso.
La Zarzamor
ResponderEliminarEsas noches estan ahí. Basta.
Un abrazo, Eva.
La soledad en toda su crudeza.
ResponderEliminarEl deseo de confundirse con la oscuridad de las afueras para que duela menos la del interior...
Abrazos
cuantas veces he escrito de la nocturna soledad, no sé , ya perdí la cuenta, pero así es Perfecto como tú lo plasmas , y más mucho más
ResponderEliminarla foto de cabecera irradia buena vibra
y sales muy bien
besitos y feliz semana
brutal declaración interna...
ResponderEliminardesasosiego.
abrazos
La oscuridad, aquella que reconoce al sol, en el sonido del saxofón.Es ciega, pero ve
ResponderEliminara través del crisol en que se convierte el poeta. Un canto creado acerca de aquello que no sale a la luz, pero que vive en el embozo oscuro del alma. Tiene la belleza del dolor.