“de tus ojos a los míos el sol se deshoja”
Tristán Tzara
La aurora
recoge espejos
de las profundidades
de la bahía,
donde encontraron anoche
un cuerpo ya purpureo.
Mástiles lejos
hieren el cielo
y la pupila de las miradas.
Islas imaginarias
sueñan en una quietud
de gaviotas expectantes.
Del cuadro,
no se sabe que alta marea ha traído,
entre tanta suave ola,
una onda cual escama de pez.
En su instante de existir
se irisan las magias
de depresiones de aire libre
y fondos marinos;
de su hilo azul
madura una duda negra
que humea en espera del sol;
en su dulce curva
nace la palma de una mano,
depresión que alumbra
las arcadas de tu corazón,
la cama amanecida con tu ausencia.
Onda instantánea,
alzada por un rosario
de escondidos congrios y caballitos de mar,
destinada a desaparecer
en las procesiones allá abajo
donde la caracola
moldeará con ella
su nácar áureo.
El mar, en su mansedumbre de mantos,
dispone su tartamudez
en tu curva oscilante
que podría cobijar
el bajel de mi yo perdido.
¿Modulas, oh onda, el perfil
de las profundidades,
o, solo muestras al cielo
la teoría de la relatividad?
¿Enseñas a los delfines
como reflejar la luz
en sus espaldas satinadas,
a las nubes a descomponer
sus curvaturas
para cuando se acerque
el crepúsculo?
Yo,
en mi iris
ya te copio,
en tu breve existir
ya me desvanezco,
y como el mar,
solo aspiro a dejar
una onda como tú,
de una estela de trainera
que se aleja.